Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Poder y libertad (página 2)



Partes: 1, 2

En la relación entre el poder y el
saber o viceversa, a continuación las propuestas de
Foucault y
Habermas.

Para Foucault
(2006), el poder no es violencia ni
prohibición; el poder tiene también aspectos
positivos. El poder crea, construye, el poder constituye al
hombre y estos
están sujetos a el. El poder trata a toda red social donde fomenta y
apoya todo tipo de saber. Foucault (2006), cambia como
decíamos antes, la noción negativa acerca del
poder. Pero el que el poder sea positivo no significa que sea
contrario a lo negativo, vale decir que sea "bueno" y no "malo".
Lo que lo vuelve positivo es su producción de efectos, controles,
necesidades, regulaciones del cuerpo social. Es la producción de deseo, de prácticas y
saberes. No es que la ley exista para,
mediante la prohibición, destruir, sino que su función es
la de reproducir el poder acorde a las relaciones de
dominación y explotación existentes socialmente.
Así para Foucault (2006), se educa a poblaciones enteras
para que se maten mutuamente en nombre de la necesidad que tienen
de vivir.

Para Foucault (2006), el poder y el saber están
relacionados dialécticamente, ya que toda forma de poder
conlleva un discurso que
legitima y reproduce las relaciones de dominación. El
poder según Foucault (2006), crea objetos de saber, los
hace emerger, acumula informaciones, las utiliza. No puede
comprenderse nada del saber económico si no se sabe
cómo se ejercía, en su cotidianidad, el poder y el
poder económico. El ejercicio del poder crea perpetuamente
saber e inversamente el saber conlleva efectos de
poder.

El ejercicio del poder es, en cierta medida para
Foucault (2006), la producción de discursos que
se vuelven verdades incuestionadas. El discurso es una forma
específica de poder. Procura la legitimación del mismo, mientras el poder
institucionaliza al saber, no es sólo legitimación,
sino además es la producción de mecanismos
efectivos de formación y acumulación de saber,
métodos de
observación, técnicas
de registro,
procedimientos
de indagación y aparatos de
verificación.

Pero para que la teoría
sea critica y logre desenmascarar al poder, no puede plantearse
como un sistema
totalizador de verdades. Para la construcción de un discurso crítico,
que se vea a sí mismo como herramienta de lucha, que
analice, cuestione, denuncie públicamente al poder, sus
núcleos, y revelar cómo actúa y quién
lo sostiene. La teoría contra el poder debe denunciar,
formular preguntas, dudar, intuir, y plantear posibilidades de
soluciones
prácticas. Sin embargo, Foucault (2006), se opone
radicalmente a que sean los intelectuales
quienes hablen por las clases dominadas.

Los humillados y ofendidos son los que deben hablar por
sí mismos, y no los favorecidos por el sistema del
poder-saber que se levantan a sí mismos como los
líderes de los oprimidos.

Ahora bien, los intelectuales, para Foucault (2006), han
descubierto, después de las recientes luchas, que las
masas no los necesitan para saber; ellas saben perfectamente,
claramente, mucho mejor que ellos; y además lo dicen muy
bien. Sin embargo, existe un sistema de poder que intercepta,
prohíbe, invalida ese discurso y ese saber, poder que no
está tan sólo en las instancias superior de la
censura, sino que penetra de un modo profundo, muy sutilmente, en
toda la red de la sociedad.
Ellos mismos, los intelectuales, forman parte de ese sistema de
poder, la propia idea de que son los agentes de la "conciencia" y del
discurso forma parte de ese sistema.

Habermas (2003), conciente el interés
técnico en términos clásicos, donde nos
encontramos interesados por el saber, pero cuando éste se
centra en la naturaleza es
un "saber para poder". Sin embargo, Habermas (2003), piensa que
la alianza entre poder y saber, puede superarse cuando el
debate
científico se da en una comunidad
científica en la que todos pueden intervenir y explicar
sus teorías
de un modo libre, con igualdad de
oportunidades y posibilidades de plantear objeciones y
críticas. El diálogo,
piensa Habermas, puede superar la amenaza de la ciencia al
servicio del
poder, o del poder al servicio de la ciencia.

Habermas (2003), piensa que si todo es biopoder (el
poder que está inserto en todos los ámbitos, que no
vemos, pero que padecemos) como dice Foucault, la filosofía foucaultiana presenta un
déficit bastante grave. Esto es así porque, por una
parte, desde ese concepto de
biopoder es imposible explicar el progreso social en
términos de moralidad. Y
en segundo lugar resulta imposible explicar las formaciones de la
identidad
personal ya
que no hay categorías suficientes para explicar estos dos
aspectos. Habermas (2003), piensa que el modelo
foucaultiano de subsunción bajo las formas de poder, como
única forma de explicación tanto del orden social
como de las relaciones entre individuo y
sociedad, produce un déficit categorial tan alto, que la
teoría foucaultiana se siente incapaz de explicar lo que
pretende explicar.

Así pues vemos que tanto Habermas como Foucault
centran sus análisis en la búsqueda del valor que da
sentido a todos los demás, es decir, la
libertad

En Sudamérica y en especial Uruguay,
Rebellato (2000), no existe clase
hegemónica que pueda asegurar durante largo tiempo su
poder económico, sólo con el poder represivo: la
cultura cumple
una función social indispensable para el mantenimiento
y reproducción del sistema. Los grupos dominantes
ejercen la función de dirección cultural de transmisión
ideológica a través de un conjunto de organizaciones e
instituciones
que organizan y divulgan la interpretación de la realidad que responde
a sus intereses. Los aparatos ideológicos del Estado
transmiten el intento por justificar y reproducir las estructuras y
relaciones de dominación: valores,
símbolos y comportamientos que aparece
representado en el arte, la
filosofía, el derecho, la religión, las
ciencias
sociales, los medios de
comunicación, etc. La ideología genere hábitos, es decir,
sistemas de
disposiciones, esquemas básicos de percepción, comprensión y acción
y ellos son estructurados por las condiciones de
producción y la posición de clase, pero
también son estructurantes.

La supremacía de un grupo social
para Rebellato (2000), se manifiesta de dos modos, como
«dominio» y
como «dirección intelectual y moral»
estas dos funciones,
existen en cualquier forma de Estado, según cada sociedad
y la correlación de fuerzas entre clases
sociales: en los niveles económico, político,
ideológico y militar. El poder popular supone quebrar esa
relación de subordinación: exige una distribución de poder, basándose en
la participación directa de los sectores populares, como
sujetos de lucha, de pensamiento y
de historia.

Rebellato (2000), afirma que no hay acción
política
verdaderamente transformadora si no es generada a partir del
ejercicio del poder popular y a favor de las clases oprimidas con
lo que plantea la conformación de una voluntad
política colectiva, un nuevo poder con capacidad de
unificar las fuerzas dispersas en partidos, sindicatos,
concejos vecinales, etc. Los sectores populares deben
constituirse en un nuevo bloque histórico, opuesto al
bloque dominante. Tal unidad supone un proyecto
alternativo común que nace de la colaboración de
todos los grupos subordinados.

La cultura según Rebellato (2000), actúa
en la
organización cotidiana de prácticas de
dominación, la familia, la
escuela, los
medios de
comunicación, las instituciones y la organización del espacio y el tiempo;
generan hábitos, conjunto de disposiciones, esquemas de
percepción, comprensión y acción en
determinadas condiciones de producción. Asimismo, la
cultura está estructurada en torno a
relaciones sociales y redes comunicacionales,
supone la conjunción de distintos elementos que conforman
una visión del mundo, del entorno, de la naturaleza y de
los demás. Una determinada manera de interpretar la
producción del conocimiento,
el reconocimiento o la negación de las propias
potencialidades. En este sentido, la cultura es una matriz
generadora de comportamientos, actitudes,
valores, códigos de lenguajes, hábitos y relaciones
sociales en la que se reproducen las relaciones de
dominación-dependencia vigentes en la sociedad.

Es a través de la historia, de las
prácticas sociales, de las reglas de poder/saber que se
constituyen para Rebellato (2000), las diversas formas de
subjetividad. El sujeto en sí es sustituido por la
subjetividad producida a través de los discursos y
dispositivos de poder. Si el saber y el poder no pueden
separarse, se requiere conocer las relaciones de lucha y de
poder, la dominación de unos hombres sobre otros, para
comprender la producción de conocimiento. Las estructuras
políticas y las condiciones de existencia
no se imponen a un sujeto, sino que son constitutivas del mismo.
Ellas conforman un saber: de ahí la necesidad de hablar en
términos de "poder epistemológico".

Rebellato (2000), afirma que el poder tiene contenidos
muy precisos en su análisis:

1- el desarrollo del
poder en los múltiples espacios y canales de comunicación;

2- el reconocimiento de que ya no es posible continuar
hablando tan sólo en nombre de, sino que es preciso
aprender a hablar con;

3- la superación de la distancia hoy existente
entre la organización y los sectores en nombre de los
cuales la organización supone hablar;

4- la construcción de un estilo diferente de
hacer política; la vigencia de la pregunta, como
condición de la existencia humana;

5- el poder entendido como
participación;

6- la articulación de poderes
populares.

Ética, política y educación para
Rebellato (2000), son tres dimensiones fundamentales de los
procesos de
construcción de poder: la educación es
política y está siempre sostenida por una
opción ética; la
política desempeña un papel educativo, en tanto
actúa sobre las conciencias, impulsando determinados
valores éticos y bloqueando otros; la ética no
puede nunca permanecer en el plano de la abstracción, sino
que se concreta en formas de acción política y
desarrolla procesos de aprendizaje y
desaprendizaje. Se habla de pedagogía del poder afirmando que el poder
no debe identificarse con una comunicación
monológica, sino que ha de convertirse en un dispositivo
de aprendizaje dialógico, lo que nos pone en contacto con
la multiplicidad de redes de participación,
comunicación y organización.

La educación popular parte de un enfoque del
saber que presenta una postura antiautoritaria contra la
dominación, la explotación y la exclusión;
emplea una metodología que procura despertar la
iniciativa, el sentido crítico y la creatividad,
tratando que los sujetos sean protagonistas de la interacción educativa. Así, la
educación popular tiene proyecciones éticas,
políticas y culturales. Le compete llevar adelante una
lucha contra los proyectos
hegemónicos ligados al neoliberalismo
y a la
globalización. En este sentido, una educación
popular que impulsa una búsqueda, necesariamente rigurosa
y creativa, guiada por la convicción de que la
cuestión del poder sigue vigente que según
Rebellato (2000), es la apuesta continua, siendo la del
fortalecimiento del poder, de los sectores populares, (de
decisión, de control, de
negociación, de lucha).

Ahora bien, en chile no esta claro que la
educación sea la panacea. No es fácil afirmar esto,
pero es una intuición que tengo a partir de las
condiciones de desigualdad que se ha vivido en la historia de la
sociedad chilena. Y son desigualdades en relación al saber
y al poder ¿Bastará que en relación al
saber, logremos equilibrar algo más para que se
autoequilibre de manera automática el acceso al poder?. Se
conocen encuestas que
demuestran que personas con el mismo título pero con
distinta proveniencia socioeconómica y distintos
apellidos, tienen distintas posibilidades, eso es tener acceso al
poder del saber, porque no escondamos las alternativas de libre
mercado y ofertas
al alcance de quienes tienen mayor poder adquisitivo y mayor
cultural simbólico. Ellos logran acceder a los capitales
del poder, quines les entregan mayor saber.

Este, no es sólo un problema de igualdad ante la
ley lo que, por cierto, es importante. Se trata de una
concepción que en el fondo tiene que ver con el ethos; es
decir, con los hábitos, relaciones sociales y los valores
que median esa relación o esa valoración que
hacemos de los otros: ¿es bonito, es feo, tiene capacidad,
es negro, mide un metro ochenta, tiene ojos azules?, en fin, es
una forma de ejercicio desigual del saber y el poder, que
arrastramos desde la época de la Colonia.

Es verdad que se ha avanzado y luchado por la
superación para contrarrestar esa discriminación, pero esa disparidad esta
instalada hace 500 años, desde que llegaron los
españoles y comenzaron a "civilizar" a los
indígenas instaurando todo el saber obtenido de otro para
obtener el poder sobre esos otros, aquella tendencia,
había perdido la primacía mundial y había
anegado a las colonias en la ignorancia, contra la cual
protestaban los fundadores de nuestros Estados.

Desde entonces, tres revoluciones tecnológicas,
cada una de ellas en la segunda mitad de los siglos XVIII
(industrial), XIX (eléctrica) y XX
(científico-técnica), han confirmado y afinado la
predicción: saber es poder y poder es saber. Con
diferencias notables: mientras que en la primera y en la segunda,
los cambios técnicos estaban disociados de la ciencia y de
la educación, en la revolución
científico-técnica la educación es el
fundamento de todas las transformaciones, a tiempo que ciencia y
técnica se realimentan.

El papel de intelectual ya no consiste en colocarse "un
poco adelante o al lado" para decir la verdad muda de todos;
más bien consiste en luchar contra las formas de poder
allí donde es a la vez su objeto e instrumento en el orden
del "saber", de la "verdad", de la "conciencia", del "discurso".
Por ello, la teoría no expresará, no
traducirá, no aplicará una práctica, es una
práctica. Lucha contra el poder, lucha para hacerlo
desaparecer y herirlo allí donde es más invisible y
más insidioso, o lucha por una "toma de conciencia" (hace
mucho tiempo que la conciencia como saber fue adquirida por las
masas y que la conciencia como sujeto fue tomada, ocupada, por la
burguesía), sino por la toma del poder, al lado, con todos
los que luchan por ella, y no en retirada para
esclarecerlos.

Entonces, dados los fundamentos y relaciones entre
ellas, cabe la duda aun, que el hombre
¿tiende al poder a través del saber?. Por supuesto
que si, quien tiene el manejo del saber, logra todo el poder que
necesita.

En toda la historia, sin importar el "para que" necesita
el saber; este influye en el poder ejercido por los individuos de
las sociedades.

BIBLIOGRAFÍA

Rebellato, Jose (2000). Ética de la
liberación. Uruguay: Nordan Comunidad.

Habermas, Jurgen. (2002). La ética del discurso y
la cuestión de la verdad. España:
Paidos.

Foucault, Michael. (2007). La naturaleza
humana, justicia
versus poder. España: Katz

Marx, karl. (2007). Sociología y educación. Barcelona:
Morata.

Bacon, Francis (1620). Aspectos fundamentales del novum
organon. Buenos Aires:
Losada.

Freire, Paulo (2005). Pedagogía del oprimido.
Mexico: Siglo 21.

 

 

 

 

 

 

Autor:

Rodrigo Berrios Rojas

Partes: 1, 2
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter